“El puerperio es una etapa naturalmente perfecta, una metanoia enriquecedora, vital, que lleva a la mujer a una depresión postparto. ¿Por qué una mujer sana y feliz se entristece cuando tendría que ser el mejor momento de su vida?. El parto le conduce a un desafío interior, a una búsqueda, a una reconciliación con lo no esperado (…), un cara a cara con una parte propia que rechazamos, en una sociedad en la que prima la adaptación al medio siguiendo unos patrones de comportamiento impuestos y no instintivos”
“Y superadas todas las dificultades, descubre que LA ENGAÑARON, que no fueron unos meses y vuelta a la normalidad, que ahora su realidad es radicalmente distinta y que tiene que adaptarse a otro ritmo que es el que él impone. Que es otra mujer distinta que poco tiene que ver con la que llevaba ese ritmo imparable y tenía las metas profesionales tan claras”
“Y te descubres a ti misma mirándote en los azulejos de la cocina mientras sostienes en tus brazos a tu hijo, ambos bailáis una melodía pasada de moda, porque has dejado de prestar atención a las tendencias actuales, has olvidado quien eras y qué querías en la vida, sólo tienes presente y ahora, agarras su pequeña mano mientras danzas en la eternidad el mejor baile de tu vida, y te das cuenta de que esto es la felicidad”
Ana Sabater
(Durante siglos pocos han hablado del puerperio y muchos menos lo han entendido. La sociedad actual nos dice que tras el embarazo feliz se pasa a “la misma vida de antes” pero con una criatura-trofeo bajo el brazo. Para algunas familias esto es así, para otras no. Cada vez hay más mujeres que descubren que tras el parto existe una etapa turbia, intensa y desconocida de la que nadie les había hablado ni advertido y que adentrarse en ella supone conocer muchas mentiras y nuevos descubrimientos.
Ana Sabater, periodista y madre reciente, nos explica en este artículo lo que no nos dijeron cuando estábamos embarazadas y lo que puede suponer…
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Decidimos tener un hijo y nos embarazamos, para ello hemos hecho cuidadosos planes de cómo encajaría el bebé en nuestra vida.
Nos equivocamos, hicimos la pregunta errónea; si actuamos desde una maternidad responsable, respetuosa y lo más natural posible, la cuestión real es: ¿Cómo podemos encajar nosotros en la vida de un recién nacido? Porque el neonato tiene sus ritmos de vida esenciales y simples bien delimitados, está unido a la vida, a la tierra y sobre todo a su madre. Sus padres no pueden cambiar esto, lo único que puede hacer una madre es desconectar al bebé de las necesidades básicas con las que nace; pero lo único que logrará será un engaño propio y ajeno.
Tener un hijo en nuestra sociedad actual, de madres trabajadoras que caminan a un ritmo frenético y que tienen unas metas profesionales tan bien planteadas, supone un cataclismo devastador y enriquecedor al mismo tiempo.
El embarazo es un estado temporal en el que se mima a la madre y se la trata entre algodones, etapa en la que la mujer, mejor o peor, todavía tiene su autonomía personal, aunque con limitaciones. Una mujer que se imagina los próximos días de su vida jugando con un muñeco como cuando era niña.
El nacimiento del bebé cambia todo esto radicalmente. La mujer se encuentra con un niño de carne y hueso que depende totalmente de ella, y al que no puede dejar en una estantería cuando se canse. Durante alrededor de cuarenta semanas la energía de la madre y la del feto han estado fusionadas en una unión perfecta.
Cuando el hijo ve la luz está tan estrechamente ligado a la madre que no es posible saber donde termina uno y donde comienza otro. Aunque físicamente se hayan disociado, emocionalmente son el mismo ser, la separación se produce mucho más lentamente que los cuatro o cinco meses que dura el permiso de maternidad. Madre-hijo son dos seres unidos a través de la placenta, dos energías atadas por los lazos invisibles de un amor que es la causa de la supervivencia de la especie.
Tras el nacimiento, la mujer puérpera se sumerge en una etapa en la que la razón deja de funcionar, el reloj temporal se para, se mueve por instintos y ritmos naturales. Ella y su criatura se envuelven en una burbuja que los extrae de la sociedad, del mundanal ruido.
La vida late al compás de lo irracional, el hemisferio derecho explosiona y se desarrolla; hay un pequeño ser humano que sólo desea estar en contacto con lo que durante nueve meses ha sido su universo, el latido del corazón de su madre, su respiración, sus pechos que manan leche y que alimentan su cuerpo y su alma. La mujer se transforma en mamífera protectora. Durante un proceso creador y destructor surge el alma de la madre.
Una etapa naturalmente perfecta, una metanoia enriquecedora, vital, que lleva a la mujer a una DEPRESIÓN POSTPARTO. ¿Por qué una mujer sana y feliz se entristece cuando tendría que ser el mejor momento de su vida?
El parto le conduce a un desafío interior, a una búsqueda, a una reconciliación con lo no esperado. Porque como dice Laura Gutman, en La maternidad y el encuentro con la propia sombra, el nacimiento constituye un encuentro con la naturaleza salvaje de la propia mujer, un cara a cara con una parte propia que rechazamos, en una sociedad en la que prima la adaptación al medio siguiendo unos patrones de comportamiento impuestos y no instintivos.
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