Un formidable video captura el poético vuelo de una parvada de estorninos, los cuales se comportan como un solo organismo en el cielo gris de Irlanda
El vuelo sincronizado de una parvada de estorninos es uno de los espectáculos de la naturaleza que parece decirnos que los miembros de una especie están conectados por un campo de autoorganización que, al menos por momentos, nos permite pensar que se trata de una unidad transpersonal. En su demostración de aéreas matemáticas del caos, todos los estorninos son una sola ave que no sólo vuela con perfecta coordinación, sino que llega a dibujar con su vuelo la figura de un estornino gigante, creando un autorretrato del que cada estornino individual es también un fractal.
El vuelo sincronizado de una parvada de estorninos es uno de los espectáculos de la naturaleza que parece decirnos que los miembros de una especie están conectados por un campo de autoorganización que, al menos por momentos, nos permite pensar que se trata de una unidad transpersonal. En su demostración de aéreas matemáticas del caos, todos los estorninos son una sola ave que no sólo vuela con perfecta coordinación, sino que llega a dibujar con su vuelo la figura de un estornino gigante, creando un autorretrato del que cada estornino individual es también un fractal.
Este video grabado sobre el Río Shannon
en Irlanda captura el poético pavor que genera la dinámica crepuscular
–más común al acercarse el invierno– de estas aves que rozan el agua y
se lanzan sobre el cielo en violentas, aunque milimétricas, aerobacias.
Evocan un lenguaje hermético, una ornitomancia, cuyo sentido y
explicación científica nos elude. Pero esta relación entre el vuelo
coordinado de los estorninos y el lenguaje (y el enigma) es evidenciada
por el nombre que tradicionalmente recibe su vuelo: “una murmuración”,
un susurro del ángelus o del corazón secreto del cielo. El vuelo de
otra ave, el ibis, míticamente dio origen al lenguaje escrito, al ser
imitado por Thoth, el dios egipcio.
¿Qué es lo que permite la asombrosa
coordinación de los estorninos, su unísona murmuración? Lo cierto es que
la ciencia no tiene una expliación exhaustiva de este fenómeno pero
considera que la mejor forma de describir su vuelo es con las ecuaciones
de las transiciones críticas– sistemas que se transforman completamente
al instante, como metales que se magnetizan o un líquido que se
convierte en gas. Cada estornino está conectado con todos los miembros
de la parvada, casi como si fueran fotones entrelazados cuánticamente.
En un plano indvidual no hay nada
extraordinario, cuando un vecino se mueve también te mueve tú. Sin
embargo los soprendente es que el sistema de estorninos llega a un punto
crítico en el que patrón completo que describe su vuelo cambia al
instante –miles de pájaros a cientos de metros de distancia se mueven
simultáneamente– y se mantiene en este estado como si fuera un sólo
organismo, o como si tuvieran, momentáneamente, una especie de mente de
colmena. Se ha sugerido incluso que las parvadas de aves en algunos casos pueden considerarse sistema biológicos críticos;
de la misma forma que un grupo de aminoácidos determina la estructura
de una sola proteína, un grupo de estorninos determina la estructura del
supraorganismo que conforma la parvada.
Es solo una especulación, pero es
posible que la naturaleza en su totalidad este organizada por sistemas
dinámicos de un orden emregente que yace invisible desde dentro del
sistema o desde ciertas perspectivas –en ocasiones si observamos una
nube desde la tierra no podemos percibir que en realidad se trata de un
sistema meteorológico complejo estrechamente interrelacionado e
interdependiente. Entendemos que nuestras células son parte de un
sistema que forma nuestro tejido que a su vez forma nuestros órganos y
nuestros aparatos hasta el punto de que todo nuestro cuerpo es un
organismo holístico: la prueba de ello es que en que cada célula está la
información de todo el organismo y es posible clonar un ser vivo con
sólo obtener una gota de sangre. Sin embargo, sería difícil, de tener
conciencia, que una célula entienda que es pare de un supraorganismo:
una persona, un árbol, un ratón, una ballena. Conjeturamos que las
personas tal vez son parte de un supraorganismo, la humanidad, y no sólo
como un abstracción o una metáfora sino bajo una organización biológica
transpersonal interrelacionada e interdepenendiente, que se afecta
entre sí pese a no tener aparentememente contacto por medios físicos
ordinarios. Es posible que el universo entero este construido bajo esta
organización de sistemas holísticos que son imperceptibles para los
miembros de las escalas inferiores. Tal vez un planeta es sensible a
todos sus elementos configurativos –somos sus células– pero no es capaz
de percibir de la misma forma a una galaxia y así sucesivamente. Esto
es sólo una especulación motivada por ver una estructura biofractal en
movimiento en el cielo, una murmuración. Sin embargo, esta especulación
obedece a una profunda intuición:
“El remoto rey de los pájaros, el
Simurg, deja caer en el centro de China una pluma espléndida; los
pájaros deciden buscarlo, hartos de su presente anarquía. Saben que el
nombre de su rey quiere decir “Treinta Pájaros”, saben que su alcázar
está en el Kaf, la montaña o cordillera circular que rodea la tierra. Al
principio, algunos pájaros se acobardan: el ruiseñor alega su amor por
la rosa; el loro la belleza que es la razón de que viva enjaulado; la
perdiz no puede prescindir de las sierras; ni la garza de los pantanos;
ni la lechuza de las ruinas. Acometen al fin la desesperada aventura;
superan siete valles o mares, el nombre del penúltimo es Vértigo, el
último se llama Aniquilación. Muchos peregrinos desertan; otros mueren
en la travesía. Treinta, purificados por sus trabajos, pisan la montaña
del Simurg. Lo contemplan al fin: perciben que ellos son el Simurg y que
el Simurg es cada uno de ellos y todos ellos”. Jorge Luis Borges
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